sábado, 3 de diciembre de 2016

El estigma

Otra vez, la maldita ansiedad. La necesidad de fumarme a mí mismo y desaparecer entre mis pensamientos, sin poder ordenarlos porque funcionan demasiado rápido, afectando al resto de la máquina y como no, generando esta presión en el pecho, ese latido más fuerte que de costumbre, dificultando la respiración, provocando a esta ansiedad.

Estigmas son mis deseos y el instinto nada más, que experiencia es el nombre de mil errores y la falta de lágrimas por ellos en terror se han convertido. Que prisas son pequeñas putas que me llaman y con sus bellos cuerpos en el callejón oscuro me ofrecen un trabajo al que podría, pero, no me voy a negar. Y no es como antes, pero es fuerte y duele, que quizás si fuese sencillo, lo dijese, lo soltase sin más, lo recordase y no quisiera parecer el fuerte sería más fácil y no me costaría tanto. Que cuento mil teorías y palabrería sin saber qué está interpretando y quizás se me está alejando porque doy a entender que no estoy preparado. Y es que le dedico casi todo mi tiempo y ya no sé ni lo que siento. ¿Amor? ¿Esa es la palabra? ¿Estoy acaso enamorado? Por favor, no puedo creerlo y espero que no sea así pero, ¿a qué espero? No puedo atar a los sentimientos hasta que un día se escapen tras una persona que se ha cansado de esperar para verlos. Estúpido orgullo, ¿qué te cuesta admitir que desinteresadamente actúa para ti? ¿Por qué te empeñas en hacerme creer que soy uno más y no puedo estar tranquilo sabiendo que sí, que no soy como todos, que también tengo algo especial? Tienes que disfrazarte de una estúpida y falsa arrogancia con temas que ni me parecen importantes. Y no puedo presumir sabiamente de lo que realmente me caracteriza, no soy capaz de mostrar el valor que quiero que los demás vean en mí, y como un gilipollas me vendo como carnaza siendo aquello que quería evitar. Gracias por nada, por no dejarme crecer, sigue sin quitarte el protagonismo y creemos el cuarto océano con nuestras lágrimas, que a este paso llegará antes de los 30...

martes, 8 de noviembre de 2016

El café

Y bebí del café, caliente, recién preparado, puesto en ese vaso de papel, tapado con el plástico que solo deja un pequeño agujero para sorber y tiré el recipiente a la papelera una vez terminé.

Y se repetía, ya eran varias veces que lo hacía, que no me sentaba a tomarlo, que ni siquiera lo desayunaba y que lo bebía fuera de casa preparado en cafetera ajena. Suena tan simple, ¿qué tiene de especial un café más? El cambio. Quizás sea mi faceta romántica, el ser alguien sencillo amante de lo clásico, lo normal, lo cotidiano. Un ser tan simple capaz de resultar excéntrico, pero es que cada día que pasa, cada vez que se acumulan en meses y a medida que los años cobran forma, a pesar de ser pocos, más me fascina el mundo que me rodea. La sonrisa de alguien que aprecio, una conversación con amigos, un baile en una discoteca, la copa del sábado a las 12, la de las 2 y la de antes de volver, el desayuno del domingo casi a la hora de la comida, el jugar a las cartas o simplemente mirar, el prepararse para ir a trabajar un lunes más, que no libres el finde siguiente y que no puedas dormir porque la casa sigue sin limpiar. Y ahí vi, ahí amé, ahí me volví a enamorar y a salir adelante. Tan sencillo, tan placentero... Y es que soy un ser extraño. Aprendo rápido o quizás sea que de verdad soy optimista aunque me fallen las fuerzas de vez en cuando. Pero amigo, créeme cuando digo que a pesar de esta juventud de la que gozo, ya no disfruto con los cuerpos más bonitos, no bebo para perderme en la noche, no consumo por querer echar un triste polvo. No, nada de eso. Busco la experiencia de los años, la espina de un amor quebrado, la preocupación de un futuro incierto, el cariño de una familia a la que no debo abandonar. Quiero una mente centrada, luchar por tus sueños, haber luchado por ellos, me pierdo en el progreso. Besar tus canas, acariciar cada una de las arrugas de tus ojos tristes que se iluminan cuando ven que alguien es capaz de captar una belleza que no se ha ido y que es aún más fuerte.
Y es que soy sencillo. Soy simple. Disfruto de lo cotidiano, soy un romántico, y amo la vida. No más excesos, no más desfases. He aprendido a quererme y me quiero ver contento, y eso lo consigo con las tonterías más cotidianas.

jueves, 20 de octubre de 2016

Carta al presente

Hola.
Ya me han comentado cómo se encuentra el panorama, lo que vives día a día, lo que tus ojos ven y tus labios callan. Que la lucha sigue, que teóricamente estáis al pie del cañón por una sociedad mejor, por igualdad y justicia, pero que a su vez, ya la habéis matado. Que ya no queda cabida para el amor, que tanta guerra, incluso dentro de la casa de cada uno os está destrozando y que finalmente, después de tanta evolución habéis vuelto a ser animales. Que ya no es como antes, que una sonrisa ya no os dice nada si esa boca no os está practicando sexo oral y que la lluvia molesta porque ya no existe la intimidad de un dormitorio y dos almas que se abrazan cuando las pieles se juntan, no, porque la lluvia moja y no podéis lucir esos pedazos de carne que el tiempo convertirá en polvo. Que ya no sentís alegría cuando agarráis la mano de un ser querido, porque se os ha olvidado incluso cómo es quereros a vosotros mismos. Que el dinero tiene más importancia metido en una caja y nos olvidamos que es la moneda de cambio para disfrutar de planes maravillosos que no se podrán repetir. Que los recuerdos que importan son los polvos fortuitos y no las risas con amigos. Que los besos se han vuelto sucios y la juventud dura para siempre cuando tu cabeza llena de canas no puede ni con tu alma, pero sigues siendo joven, ojo, y te niegas a admitir que se agotó tu tiempo. Que ya no hay fuerza, que nadie sacrifica nada por la pasión, que prefieren estar acomodados a irse lejos y conseguir sus propósitos, que si aquí te tratan mal, es porque así nací y me lo merezco. Y que preferís llorar y quejaros, porque os vendieron que huir está mal. Y ya no sabéis dónde está la felicidad. Que el mismo cuerpo ya no os sacia y que siempre vais de dos en dos, que vuestro ego está por las nubes y en esa relación entre varias personas no importa nadie más que tú. Que ya no os llena la felicidad de alguien cercano, que dormís solos y visitáis mil camas, si a ella llegáis, claro. Que no hay conversaciones, que ni siquiera recordáis nombres, que os llamáis a todas horas y que en apenas un cuarto habéis terminado y quizás nos volvemos a ver dentro de un año para repetir esta mierda que, sinceramente, ni me ha gustado, pero oye, vamos a engañarnos, que al menos he follado.
Pero el tiempo avanza, que la vida será larga, que dará para mucho, pero ¿quién te espera en casa a la vuelta del trabajo? ¿Quién te besa en las noches frías de invierno y te saca de la mano en primavera? ¿Quién llora de felicidad al ver tu sonrisa cuando compartes tu alegría, porque conseguiste aquello que tanto querías? ¿Quién lo celebra? ¿Quién llora? ¿Quién te echa de menos? Que a la hora de la verdad estás solo, que en esa cama no hay nadie, que nadie llorará tu último respiro y te irás sin haber aprendido a amar.

Efectivamente. Manda mi carta al presente porque habéis perdido la capacidad de amar, porque en el contracuento, os habéis inventado uno lleno de monstruos y pesadillas queriendo matar las hadas madrinas que prometían felicidad eterna. Y es que no funciona de ninguna de las dos maneras, esto consiste en dar todo de ti para poder recibir, en ser feliz, en hablar, en escuchar, en avanzar, comprender, aprender, ser tú, ser yo, ser nosotros, juntos, no para mí, no para ti, solo para nosotros.

miércoles, 19 de octubre de 2016

A solas en la confesión

Hoy quería sentarme frente a frente con vos, que bebamos juntos de este vino y me expliques cuál es el juego en el que me tocará arder de nuevo y durante cuanto tiempo.

Te conozco, desde hace años, cuando dentro de una piel ajena te presentaste bajo el nombre de tentación y caí ante tus pies, siendo algo así como una representación de mí mismo, ofreciendo la calidez de un viejo amigo y con las peores artes que un némesis puede cargar. Me has hecho creer durante tiempo que yo mismo sacio todas mis necesidades y cuando así lo tenía más que interiorizado, me corrompes, trayendo contigo una nueva presencia que sin duda me va a dañar. ¿Pretendes engañarme de nuevo o quizás son mis ojos los que te ven donde no estás? Sin embargo, hace tanto que no siento lo mismo, que no quiero dejarte ir...
Hagámoslo. No te levantes, te ofrezco mi sillón. ¿Sientes el calor de la chimenea? Es acogedor. Toma, pasea tus labios, rodeados de la espesa barba que tanto llama mi atención por el borde de mi copa y deja fluir el granate líquido en descenso por tu garganta. Cuando el calor del alcohol caldee tu cuerpo, yo ya estaré demasiado ebrio como para saber lo que estoy haciendo, pero te confesaré un secreto: whisky es el nombre que doy a mis miedos. ¿Oyes eso? He puesto la canción. Sé que la letra no habla de nosotros, pero podría hacerlo. ¿Me concedes este baile? No es tan extraño, de veras, solamente toma mi mano y déjate llevar. Sigue mis pasos, pega tu cuerpo con el mío, y en la danza, donde dos pechos llenos de vida respiran y laten, dos corazones que buscan el refugio el uno del otro arropados por una sombra negra que les impide admitir que necesitan amor. Pero, ya pasó otra vez. Otras tantas veces. Que sexo fue el engaño y ahora solamente te quiero poseer. "No te vayas". Es el suspiro que ahogo en tu oído y mis manos visten tu piel por debajo de la camisa, cinturas pegadas y el escalofrío sólo de sentirte es suficiente. Y beso tus labios finalmente después de sentirlos como tentación durante todo este tiempo. Y empujo tu cuerpo, haciéndolo caer sobre el sillón de nuevo, obligándote a mirarme, a contemplarme, a verme, a leerme como nadie lo había hecho jamás. Derrama ante mí tu vino y bebe de las lágrimas de un niño que clama atención a gritos, que mi sangre ya no corre desde que amé por última vez y un músculo inservible vuelve a ser elemento poético para latir de nuevo por ti. ¿Estás contento? Estoy viviendo de nuevo. Eres culpable de la resurrección de un ser que no sabemos si debe existir. No lo vuelvas a matar. Yo no quiero hacerlo. Alimenta la criatura que nació en mis entrañas entrando en mí generando sudor y agitando mi respiración hasta sentir prácticamente la asfixia y la muerte de nuevo. Ahoga tus miedos con los míos y desnúdate ante mí. Follemos como locos hasta que desaparezca el mundo entre las sábanas y las sensaciones sean tan confusas e intensas que no sepamos qué es el físico y el qué es el alma, ya que hasta nuestra mente está viva en este juego de seducción y el placer no tiene final... Bailemos el último vals y dime que te quedas. En la intriga de esta historia no quiero conocer el final si no llegas a él.

domingo, 2 de octubre de 2016

No le temo al amor

Y hace tanto que no le pido nada, que no converso con él, que desistí en llamadas y que le quité el nombre de tentación para llamarlo vida. Pero hoy te ruego me escuches, que se acerca el frío y en días calurosos necesito su arropo porque ya no sé quién me debe ayudar.

Que no sé si estoy dispuesto, que no sé si quiero más besos o perderme en sus labios hasta volver a olvidarme de cuáles son los míos, que me erice la piel, que entre a través de mis ojos, que indague en mis traumas, que cure heridas, que se desnude ante mí y sus defectos no me asusten. Los estigmas de su vida, los amores pasados, la experiencia en la cama, amantes y polvos, vicio y lujuria, sudor entre sábanas, que todo lo malo se haga parte de mí, que vuelva la locura, la obsesión, que beberme a mí mismo para dormir se haga de nuevo realidad. Que tras cada arañazo, tras cada hostia en mi rostro, las lágrimas caigan y se las beba, al igual que la sangre sería el perfecto vestido de mi boca en cada momento si es su calor el que me arropa, lo que anhelo y respiro solo es su aroma... y cese el terror.
Pero es que no sé cuál es el sendero, que disfrazo con risas, que parodio mi vida, que me río en mi cara cuando necesito abrazarme y decirme que nada podría salir mal...
Dime señor, si estoy preparado, si estoy dispuesto, si debo de amarle o salir corriendo, que es el indicado o tan solo un diablo más disfrazado. Mándame la prueba, la marca, lo que me diga que en el riesgo está la solución, que más risas pueden llegar, que me esperará al llegar de trabajar, que me abrazará al dormir y que al menos, durante un tiempo, nada me dañará, después, el tiempo lo dirá. Pero sabes que el dolor, que aquel al que amé aún no se va, porque la comodidad es mayor, y es la mayor señal de terror.
Que no quiero ser un cuerpo más, que no soy solo sexo, que no es mi miedo, es mi terror, que no es mi pasado marcado por lágrimas y sangre, por debilidades que casi me llegan a matar, la causa de esos fetiches que ahora nos hacen disfrutar. Que la vida me ha dado, que señor, usted me lo dio, que el diablo mismo se dispuso a jugar y lo sacó al final, ese carácter, el niño que se fue y un día regresó, y que ahora a mi lado reclama atención, siendo más yo, siendo más adulto y real. Que no sé que me ofrecerá, que me demandará, y sabes que yo solamente puedo ofrecerte amarte y quererte como nadie nunca jamás lo hará.
Y que no lo temo, que en mi piel ya va marcado y que lo que siento es que de él me quiero enamorar, porque esa sonrisa, esas palabras, esa sinceridad, ese momento en la cama, un juguete para niños, un juego de la infancia, un paseo, saludo a la mañana, despedida en la noche, los besos en la estación, toda la atención y saber de mí, que todo eso me encanta, que ya me gana, pero no lo puedo evitar...
Sabes señor, que le hice sentir joven otra vez y a su lado me hice mayor... y sin embargo se le olvidó... decirme te quiero a cada amanecer, me hiciste feliz cuando creía que nadie lo volvería a hacer, me iluminas los días con tu presencia y tu sonrisa me enloquece, que tienes mil sueños que yo no cumplí y los harías realidad a mi lado, pero yo no quiero caminar más.
Que quizás no merezco ser amado como sería capaz de amar, porque no todo el mundo tiene esa capacidad. Solamente quiero la señal, porque si quieres jugar una vez más, tiro los dados y al salir ese cinco salgo de casa, avanzo dos casillas y me como a tu reina, dejando al rey en jaque y veremos entonces. Pero por favor, dímelo, porque no quiero indagar si al final te vas...

"Quizás se le olvidó, que los besos más humildes le borraron de la piel el Chanel. Yo no reclamo nada, eso quedó en el ayer, Agradecerle a estos ojos que le vieron llorar una vez. Y ya tú ves. Quizás se le olvidó, decir que me quería esa tarde tan fría de invierno, por prestarle atención a la ropa, a la cara y al cuerpo... quizás se le olvidó."

No quiero más canciones que me hagan llorar, si no es a su lado y es de felicidad.

lunes, 26 de septiembre de 2016

La última vez

Me miraste a los ojos, y en el baile pegaste tu cuerpo al mío. Sentí un escalofrío, el vestido parecía ser mi propia cárcel, y sin embargo, sonreí con los ojos inundados y te di el que sabía que sería el primero de esos últimos besos, ya que se acercaba nuestra última vez.

Las cosas estaban raras. Me llamaron hacía unos días para una entrevista de trabajo y todo parecía ir bien. Era un poco lejos, pero al menos era todo lo que deseaba. Mi juventud se veía plena, más que nunca, me sentía toda una mujer realizada. Diferente a mis amigas, la primera en entrar de forma definitiva al mundo laboral, me encontraba en un escalón diferente. Bueno, mejor dicho, en otra escalera, y seguramente escalones por debajo ya que yo aún ni había empezado y era la hora de tragar mierda, mientras que todo mi alrededor ya estaba en lo más alto de sus carreras, siendo buenos estudiantes, reconocidos en sus facultades por más que un simple boletín de notas, ellos se movían como pez en el agua y yo me sentía un cachorro en un matadero. Pero no era el momento de sentir miedo. Para nada, porque estaba haciendo lo que quería. El trabajo era una forma más de formarse y progresar. Aún quedaba mucho hasta alcanzar mis auténticas metas, pero ya había pisado esa primera estación.
Esa noche saldríamos. Tenía que celebrarlo con Marcus. Él era unos años mayor que yo, lo tenía todo en la vida, un recorrido muy largo y ganas de estabilidad, motivo por el cual nunca formalizamos nada, o eso quería yo pensar. Inocentemente, como la niña inexperta que soy en juegos del amor, me arreglé con un impecable vestido rojo, largo y ceñido. Mi melena castaña cayendo sobre mi espalda y los labios bien marcados con el gloss. Me hacía adulta, era el momento, si esa noche no lo conseguíamos, no habría remedio.
Nos vimos en el bulevar. Subimos hacia el bar y charlamos de esa nueva etapa que comenzaba. Reímos, a la compañía de un buen vino y bajo unas luces de lo más íntimas a pesar de la música y el ruido que parecía no existir para nosotros. Estábamos más plenos que nunca. Y acabamos. Tocaba bailar, en la discoteca de siempre, dónde nos esperaban unos amigos más. Y como era norma en nosotros, tocaba disimular lo que había. "Es la edad". Se me repetía constantemente en la cabeza. Y bebió. Y yo no quería seguir. Y le afectaba, y yo seguía igual de sobria. Y las horas pasaban, y no bailaste conmigo, no me tocaste, no me miraste de ninguna manera especial. Y comprendí, en ese momento en el que vi ese juego sucio, que tu mayor mentira era tu peor verdad, que esa era yo. Que ocultabas tus deseos y la dama encerrada necesitaba salir. Pero debía hacerlo, o me quería a mí, o te quería a ti, pero eran amores incompatibles.
Salí de la discoteca sin mirar atrás. Recorrí las calles oscuras, llorando y maldiciendo esos meses de estupidez, esa lejanía hacia mi entorno que creé por ti. Una niñata estúpida que quiso crecer. Y en esos meses, en esa aventura de madrugadas escondidas, de miradas furtivas, de tentaciones prohibidas que te impedían vivir como realmente querías, efectivamente, crecí. Y maduré. Pero lo hice como no me esperaba. Y al fin, llegué a tu calle. Y allí, al mirar atrás, tú ya no estabas. Jamás lo estuviste. Y al mirar hacia tu ventana, las persianas bajadas. Y supe que tus cortinas eran testigo de cómo dormías entre tus sábanas. Y que eras aún más mayor. Y mi vestido no era un vestido, se volvió un chándal. Y el cuerpo de mujer se hizo hombre. Y no entendía nada. ¿Qué hacía allí cuando llevaba meses sin saber de ti?
Abrí los ojos en mi cama y lo comprendí. Nunca me había despedido de ti. Y esa noche había ido a darte el último abrazo.

sábado, 20 de agosto de 2016

Mi caja de música

¿Y por qué hablar, si realmente puede hacerlo la música?

Volvamos la vista atrás, releamos lo que sentimos y comparemos con este nuevo escrito. Emociones y sensaciones, guardo todo en un pequeño cajón de sastre y no lo olvido, por lo menos, no de momento, que ha pasado poco tiempo y es por eso por lo que escribo. Que no sé bien cómo empezó todo, si el reggaeton incitó, si "no me importa que usted sea mayor que yo, hoy la quiero en mi cama" o si realmente esa atracción no llegó a hacerse acto hasta pasados unos días. Si justo después era Anahí la protagonista y ese "quiero, quiero, quiero que se pare el tiempo, quiero, quiero, quiero en este momento oír tu voz, hablándome, de los días felices que aún no me diste y tendré" los que me acompañaban a todas horas y en un juego pícaro de miradas y sonrisas cómplices nos hundíamos y a las espaldas del mundo reíamos abrazados entre besos. Y ahora hago el inciso, porque me sorprende ver que estoy recordando y sonriendo, que no me dueles, y que extrañamente, te sigo echando de menos, pero aún no quiero verte. Pero volvamos, porque los días felices acabaron, y parece ser que Sinematic de Motionless  in White tomó las riendas, porque un simple "me da igual si esto me va a romper el corazón, solamente fóllame hasta que desaparezcamos"podría definir a la perfección meses de deseo y, por qué no, locura, ya que se podría decir que yo vivía en un Matrix. Pero la verdad, cuando tras la caída nos volvimos a encontrar, y me lié, me liaste, me hice un lío y de nuevo nos liamos, a Luny Tunes se le ocurrió después de casi diez años sacar la continuación de su Mayor que yo. Y es que el "decían que por ser menor que usted, yo no la quería, que no era amor solo interés, y aquí estoy todavía" me lo creí, pero más aún cuando mi ego creció y Daddy Yankee resonaba en mi cabeza constantemente diciendo eso de "me tiene enloquecio, estoy convencio, que usted se va conmigo aunque me busque un lío". Y el lío fue mío, pues a pesar de tus negativas habladas, contradichas con tus actos y miradas, yo me enfoqué en demostrar que no era un niño y no sé, sinceramente, creía que me salió mal pero haciendo balance, me siento bastante triunfador ahora mismo. Pero no nos desviemos, porque lo que pasaba, lo dice Melendi: "pa mí es como un rompecabezas, lo que pa ti cae de cajón", y efectivamente, yo no entendía nada de nada. Y se acercaba el final de nuestra historia. Fui lógico, después de mis comidas de cabeza y pasos en falso con ciertos relatos aquí publicados y que no van a ser borrados. Al fin y al cabo, aprendí, o mejor dicho, ahora estoy aprendiendo. Cuando la Prohibida hablaba de su reina del invierno me sentía así, sin embargo ahora veo que era mi corazón el que latía como si estuvieran jugando al baloncesto. Y no hablemos de Alaska, que efectivamente, Fiesta en el Infierno es otra definición de nuestra historia desde mi punto de vista, pero me quedo con que "hoy quiero borrar el error que supuso admitir, la debilidad, la necesidad, no aprender a estar con mi soledad" ya que en eso fue en lo que realmente fallé. Ahora podrías seguir a mi lado, aunque no sé si tú ya te has encontrado y me habrías abandonado o si sigues tirado en tu sillón aburrido y recordando maldiciendo tantos errores pero impidiendo a tu orgullo asumirlos. Y perdón por la emoción, ya dije que no estoy del todo curado. ¿Qué estaba hablando? Lo último que recuerdo fue un abrazo, besos, caricias, un sentimiento parecido pero diferente y HIM diciendo "no me quiero enamorar de ti" mientras una nueva mirada cómplice y dos cabezas con experiencia en el juego se lanzaban al deseo sin temer las consecuencias de revivir una nueva historia que en su día salió mal y solamente trajo dolor. Y de música iba el tema y termino de nuevo con Melendi, "y de quererte, pasé mis años olvidado en una trampa para ratones en la que tú eras el queso, tú con carrera en el amor y yo en 1º de la ESO pa estudiar el primer beso que me diste".

Y ahora comenzamos nuevo curso, siendo alumno repetidor y quién sabe, quizás me enfrente a otra carrera, aunque al menos ya me sé el temario...

viernes, 17 de junio de 2016

El reflejo

Hoy no hablaremos de nosotros. Hablaremos de mentiras, una vez más, de esa imagen que nos quiere equivocar, que nos quiere engañar, del falso reflejo que el espejo nos quiere dar.

Si son los labios que al abrirse para susurrar ciertas palabras los que me enloquecen estaría mintiendo. Si es el humo del cigarro el que de esa boca sale, y a cámara lenta me consume, en una imagen generada en blanco y negro y aumentada hasta no poder distinguir el rostro de su portador, te engañaría. Si es la barba tan profunda, cerrada y marcada, de una cara que me enloquece y quiero tener a tan solo milímetros; una vez más, mentiría. Si es ese cuerpo, que me parece perfecto, que tanto me excita y que quiero hacer sudar, que quiero que me haga sudar, que juntos nos podamos fundir una única vez o incluso quizás más, esta vez, sí que sí, esta vez, hasta a mí mismo me engañaría. Si es esa normalidad, ese reflejo que me devuelve una imagen que nunca quedaría mal, una historia que larga podría ser y quedaría digna de poder recordar y contar, sinceramente, dame la muerte, porque no es eso lo que quiero, por mucho que me empeñe en querer convertir tal mentira en la única verdad. Y es que no lo puedo evitar, lo que me costó admitir, es que quería romper la normalidad para enfrentarme a la dificultad de poderte disfrutar, y una vez lo hice, rompí mi realidad, perdiendo el único amor que me debería importar, que es el propio. Y en la recuperación estamos, llorando, otros cuerpos probando, ninguno acariciando, labios desconocidos besando que como si de una piedra se tratase, el sentimiento de indiferencia mantienen mientras busco el escalofrío que los tuyos me hacían sentir. El que no aparece, el que de momento, no volveré a sentir, o mejor dicho, nunca sentiré una vez más. Añoraré el calor de tu cuerpo, el arropo que siempre me diste, el sabor de tus besos, tu aroma, tu voz en mi oído, tu mirada de ternura, la fragilidad en tus ojos, el alma rota que parecía recomponerse cada vez que me veía aparecer por la puerta de su casa. Verte estando encima, cuando tus manos acariciaban todo mi cuerpo y dibujaban las más perfectas formas imaginables en mi piel. Los suspiros que sacaste, los gemidos que con tus labios callaste, el placer que proporcionaste, las lágrimas que derramaste, que provocaste, que caen descontroladas, que deben salir y fluir, el dolor que sin querer causaste, del que yo mismo soy culpable, y que seguramente te esté causando. Lo siento por todo el daño generado, nuestra historia podría haber continuado por la misma senda, pero nos faltó el valor y sobraba el miedo al futuro. Sin embargo, la vida sin ti no tiene sentido, y aunque no será de la misma manera te quiero tener. Ahora me alejo, temporalmente, y en mi viaje, espero echarte de menos, regresar, que tú también te hayas curado, y que de nuevo podamos estar juntos, sin necesidad de besarnos, que hayamos madurado y podamos abrazarnos, que no temamos, que lo que tuvimos se llama amor, y no hace daño a nadie, al contrario: durante un tiempo, nos hizo realmente felices.

lunes, 28 de marzo de 2016

Lo que no llegué a decir

Nunca se me dio del todo bien expresar mis sentimientos.
Sabes perfectamente que la incontinencia verbal aparece y que lo único que acabo diciendo es lo mismo una y otra vez sin dejar nada claro.

Es extraño sentir esto, ya que a veces quisiera odiarte y otras solamente llevarte a la cama y perder allí todas mis fuerzas como sucedió en tantas ocasiones. Es un sentimiento bipolar en el que lo mejor es dejarte y el dolor viene teniéndote cerca, a pesar de que tu ausencia me quema y tu compañía me llena de dicha. Hay ocasiones en las que no veo los problemas, y otras tantas en las que lo que no hay es calma ni soluciones. Sinceramente, no lo entiendo. Es un “ni contigo, ni sin ti”. Y lo que menos entiendo es tu forma de pensar.
No sé si eres feliz, no sé a lo que juegas, no sé lo que quieres y mucho menos sé si me quieres. Me encantaría poder gritarte, echarte tantas cosas en cara pero no lo consigo. Decirte que me dejes, que lo dejes ya, que acabes con tanta gilipollez. No te das cuenta de que no eres nadie y aún así te consideras rico de todo. Que tu orgullo es imbécil, que tu eres idiota, que tan solo eres un egoísta más. Que estás equivocado y que abras los ojos. Pero solamente me sale callarme y dejarte con tu miseria, la que tú dices que te hace feliz, y que me consume a mí.
Condenados a ser presos del deseo, a no poder mirarnos de otra manera, hemos caído en un pozo de locura del que debo salir, pero que no me dejas. Son tus ojos, los que llenos de ternura me piden que me quede, mientras tu voz rota y quebrada te engaña a ti mismo diciendo que me aleje y que alguien me hará feliz, cuando eres tú el que ya lo haces.
Prefieres mentir, engañar a los demás, engañarte a ti mismo, no ser transparente, simplemente ser apariencia, una falsa ilusión que te condena a ser el gilipollas que se duerme en su sillón y que alimenta la fantasía de tantos críos como puedan llegar a verle en algún momento pasar. Ser un fantasma, falsa humildad, vender humo de colores para hacerlo más vistoso y encerrarse en su casa para llorar y esconderse de la realidad. Beber sin conocimiento controlando siempre la última gota, matarse poco a poco y dejar escapar lo que puede hacerte feliz. No asumir las consecuencias de tus actos pero gozar de ellos como si fuese gratis, hundirse más en la mierda que te atrapa y querer algo que es mentira.
Créeme cuando digo que me siento impotente porque veo que me estoy pegando y atando a una maldita pared, a un bloque que jamás va a atreverse a hacer lo que de verdad desea, que vive con miedo a vivir y que su único consuelo será una caja de recuerdos rotos, de pedazos de historias que no quiso llevar al final que merecían y prefirió dejar a medias. Que mi dolor ahora se acabará pasando y que tu corazón seguirá sangrando hasta que deje de latir, y en tu último aliento gritarás que ya es tarde.

Lo siento cariño, pero había que decirlo. No se puede vivir de una mentira y tu vida es la más grande. Que sin embargo te quiero, y quiero que puedas vivir la verdad, que sigo aquí a tu lado cayendo preso de ese mismo engaño, que no quiero tenerte y sin embargo eres lo único con lo que en realidad cuento, y que de momento, no soy capaz de irme y alejarme, que no queda nada claro, no hay nada solucionado. Que me duele tragar tanto barro, pero más me duele ver que no haces lo que realmente deseas por miedo. Te regalo mis lágrimas una vez más. Si llegas a leer este escrito recuerda que el amor es fuerte como la muerte, y engañoso como el diablo. Tú decides si jugar en su bando o en el contrario, pero él siempre va a ganar.

domingo, 13 de marzo de 2016

Esta locura

Y esta vez, lo que estaba mirando no era el café.

Quiero decir, claro que mis ojos estaban puestos en la taza, que mis pupilas seguían el movimiento circular de la cucharilla, que mis oídos seguían el sonido que casi parecía una melodía, o por lo menos sonaba constante, con un ritmo marcado, o quizá fuese que lo estaba removiendo instintivamente al compás de la canción de fondo, pero no lo miraba, simplemente lo veía, como podía ver todo el salón porque la visión es periférica, lo que estaba mirando en ese café era el cambio, era mi vida. Y mis ojos se fueron a los tuyos, que se perdían tranquilamente en un horizonte no muy lejano que perfectamente podrían ser tus cortinas como el sofá que estaba apenas a tres pasos de nosotros. Y por primera vez me di cuenta de que ya no soñaba como antes.
Estaba viviendo, no era el futuro, era el presente. Y sonaba más apetecible que toda fantasía que mi joven mente pudo llegar a crear en algún momento. Por primera vez, las canciones no me hacían crear historias que deseaba vivir, no me hacían sentir protagonista de una farsa, para nada. No entendía por qué llevaba semanas sin sentir ningún tipo de empatía cuando la música sonaba, por triste o melancólica que sonase, por mucho que intentase sentirme identificado con la letra. Y ahí estaba la respuesta. Era simple, no sentía esas cosas porque no hablaban de mí. Y sonreí, sonreí mirándote y volviste a preguntarme qué me pasaba, y como siempre respondí que no ocurría nada. Sin embargo estaba contento, contento porque parecía que lo estaba superando, que superaba la barrera, las dificultades, el miedo. Estaba viendo al fin que no eras tú, que era mi cabeza la que me había estado engañando y haciendo sentir tantas malas jugadas. Ya no era teoría, estaba pasando a la práctica, lo estaba haciendo, estaba disfrutando, viviendo el presente.
Y quise besarte, y lo hice, no dije nada. No lo vi necesario. Lo que realmente necesitaba era demostrarte todo lo que sentía, todo lo que te quería. Y olvidar el pasado, solamente cumplir, en una sola dirección. Las cosas claras, asumir la dificultad, plantarle cara al miedo. Ser realmente sentimental, porque en los temas del corazón no hay cabida para la razón, ya que ésta sabe que el amor es una locura, pero créeme cuando digo que sí, que adelante, que quiero vivir esta aventura, que a tu lado me siento vivo, que contigo los problemas se olvidan y que gracias a ti, al fin soy yo, que vuelvo a ser el niño que nunca dejé de ser, y que a su vez, me he hecho adulto, me has hecho adulto.
No estaba mirando el café, porque estaba mirando más allá, y gracias a eso estaba viendo que la vida tenía un sentido y un significado, y que al fin lo había encontrado. Era tan simple como vivir, y ahora mismo, contigo es con quien quiero vivir.