lunes, 28 de marzo de 2016

Lo que no llegué a decir

Nunca se me dio del todo bien expresar mis sentimientos.
Sabes perfectamente que la incontinencia verbal aparece y que lo único que acabo diciendo es lo mismo una y otra vez sin dejar nada claro.

Es extraño sentir esto, ya que a veces quisiera odiarte y otras solamente llevarte a la cama y perder allí todas mis fuerzas como sucedió en tantas ocasiones. Es un sentimiento bipolar en el que lo mejor es dejarte y el dolor viene teniéndote cerca, a pesar de que tu ausencia me quema y tu compañía me llena de dicha. Hay ocasiones en las que no veo los problemas, y otras tantas en las que lo que no hay es calma ni soluciones. Sinceramente, no lo entiendo. Es un “ni contigo, ni sin ti”. Y lo que menos entiendo es tu forma de pensar.
No sé si eres feliz, no sé a lo que juegas, no sé lo que quieres y mucho menos sé si me quieres. Me encantaría poder gritarte, echarte tantas cosas en cara pero no lo consigo. Decirte que me dejes, que lo dejes ya, que acabes con tanta gilipollez. No te das cuenta de que no eres nadie y aún así te consideras rico de todo. Que tu orgullo es imbécil, que tu eres idiota, que tan solo eres un egoísta más. Que estás equivocado y que abras los ojos. Pero solamente me sale callarme y dejarte con tu miseria, la que tú dices que te hace feliz, y que me consume a mí.
Condenados a ser presos del deseo, a no poder mirarnos de otra manera, hemos caído en un pozo de locura del que debo salir, pero que no me dejas. Son tus ojos, los que llenos de ternura me piden que me quede, mientras tu voz rota y quebrada te engaña a ti mismo diciendo que me aleje y que alguien me hará feliz, cuando eres tú el que ya lo haces.
Prefieres mentir, engañar a los demás, engañarte a ti mismo, no ser transparente, simplemente ser apariencia, una falsa ilusión que te condena a ser el gilipollas que se duerme en su sillón y que alimenta la fantasía de tantos críos como puedan llegar a verle en algún momento pasar. Ser un fantasma, falsa humildad, vender humo de colores para hacerlo más vistoso y encerrarse en su casa para llorar y esconderse de la realidad. Beber sin conocimiento controlando siempre la última gota, matarse poco a poco y dejar escapar lo que puede hacerte feliz. No asumir las consecuencias de tus actos pero gozar de ellos como si fuese gratis, hundirse más en la mierda que te atrapa y querer algo que es mentira.
Créeme cuando digo que me siento impotente porque veo que me estoy pegando y atando a una maldita pared, a un bloque que jamás va a atreverse a hacer lo que de verdad desea, que vive con miedo a vivir y que su único consuelo será una caja de recuerdos rotos, de pedazos de historias que no quiso llevar al final que merecían y prefirió dejar a medias. Que mi dolor ahora se acabará pasando y que tu corazón seguirá sangrando hasta que deje de latir, y en tu último aliento gritarás que ya es tarde.

Lo siento cariño, pero había que decirlo. No se puede vivir de una mentira y tu vida es la más grande. Que sin embargo te quiero, y quiero que puedas vivir la verdad, que sigo aquí a tu lado cayendo preso de ese mismo engaño, que no quiero tenerte y sin embargo eres lo único con lo que en realidad cuento, y que de momento, no soy capaz de irme y alejarme, que no queda nada claro, no hay nada solucionado. Que me duele tragar tanto barro, pero más me duele ver que no haces lo que realmente deseas por miedo. Te regalo mis lágrimas una vez más. Si llegas a leer este escrito recuerda que el amor es fuerte como la muerte, y engañoso como el diablo. Tú decides si jugar en su bando o en el contrario, pero él siempre va a ganar.

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