Y esta vez, lo que estaba mirando no era el café.
Quiero decir, claro que mis ojos estaban puestos en la taza, que mis pupilas seguían el
movimiento circular de la cucharilla, que mis oídos seguían el sonido que casi parecía una
melodía, o por lo menos sonaba constante, con un ritmo marcado, o quizá fuese que lo estaba
removiendo instintivamente al compás de la canción de fondo, pero no lo miraba,
simplemente lo veía, como podía ver todo el salón porque la visión es periférica, lo que estaba
mirando en ese café era el cambio, era mi vida. Y mis ojos se fueron a los tuyos, que se perdían
tranquilamente en un horizonte no muy lejano que perfectamente podrían ser tus cortinas
como el sofá que estaba apenas a tres pasos de nosotros. Y por primera vez me di cuenta de
que ya no soñaba como antes.
Estaba viviendo, no era el futuro, era el presente. Y sonaba más apetecible que toda fantasía
que mi joven mente pudo llegar a crear en algún momento. Por primera vez, las canciones no
me hacían crear historias que deseaba vivir, no me hacían sentir protagonista de una farsa,
para nada. No entendía por qué llevaba semanas sin sentir ningún tipo de empatía cuando la
música sonaba, por triste o melancólica que sonase, por mucho que intentase sentirme
identificado con la letra. Y ahí estaba la respuesta. Era simple, no sentía esas cosas porque no
hablaban de mí. Y sonreí, sonreí mirándote y volviste a preguntarme qué me pasaba, y como
siempre respondí que no ocurría nada. Sin embargo estaba contento, contento porque
parecía que lo estaba superando, que superaba la barrera, las dificultades, el miedo. Estaba
viendo al fin que no eras tú, que era mi cabeza la que me había estado engañando y haciendo sentir tantas malas jugadas.
Ya no era teoría, estaba pasando a la práctica, lo estaba haciendo, estaba disfrutando,
viviendo el presente.
Y quise besarte, y lo hice, no dije nada. No lo vi necesario. Lo que realmente necesitaba era
demostrarte todo lo que sentía, todo lo que te quería. Y olvidar el pasado, solamente cumplir,
en una sola dirección. Las cosas claras, asumir la dificultad, plantarle cara al miedo. Ser
realmente sentimental, porque en los temas del corazón no hay cabida para la razón, ya que
ésta sabe que el amor es una locura, pero créeme cuando digo que sí, que adelante, que
quiero vivir esta aventura, que a tu lado me siento vivo, que contigo los problemas se olvidan
y que gracias a ti, al fin soy yo, que vuelvo a ser el niño que nunca dejé de ser, y que a su vez,
me he hecho adulto, me has hecho adulto.
No estaba mirando el café, porque estaba mirando más allá, y gracias a eso estaba viendo que
la vida tenía un sentido y un significado, y que al fin lo había encontrado. Era tan simple como
vivir, y ahora mismo, contigo es con quien quiero vivir.
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