Nunca se me dio del todo bien expresar mis sentimientos.
Sabes perfectamente que la incontinencia verbal aparece y que lo único que acabo diciendo es lo mismo una y otra vez sin dejar nada claro.
Es extraño sentir esto, ya que a veces quisiera odiarte y otras solamente llevarte a la cama y perder allí todas mis fuerzas como sucedió en tantas ocasiones. Es un sentimiento bipolar en el que lo mejor es dejarte y el dolor viene teniéndote cerca, a pesar de que tu ausencia me quema y tu compañía me llena de dicha. Hay ocasiones en las que no veo los problemas, y otras tantas en las que lo que no hay es calma ni soluciones. Sinceramente, no lo entiendo. Es un “ni contigo, ni sin ti”. Y lo que menos entiendo es tu forma de pensar.
No sé si eres feliz, no sé a lo que juegas, no sé lo que quieres y mucho menos sé si me quieres. Me encantaría poder gritarte, echarte tantas cosas en cara pero no lo consigo. Decirte que me dejes, que lo dejes ya, que acabes con tanta gilipollez. No te das cuenta de que no eres nadie y aún así te consideras rico de todo. Que tu orgullo es imbécil, que tu eres idiota, que tan solo eres un egoísta más. Que estás equivocado y que abras los ojos. Pero solamente me sale callarme y dejarte con tu miseria, la que tú dices que te hace feliz, y que me consume a mí.
Condenados a ser presos del deseo, a no poder mirarnos de otra manera, hemos caído en un pozo de locura del que debo salir, pero que no me dejas. Son tus ojos, los que llenos de ternura me piden que me quede, mientras tu voz rota y quebrada te engaña a ti mismo diciendo que me aleje y que alguien me hará feliz, cuando eres tú el que ya lo haces.
Prefieres mentir, engañar a los demás, engañarte a ti mismo, no ser transparente, simplemente ser apariencia, una falsa ilusión que te condena a ser el gilipollas que se duerme en su sillón y que alimenta la fantasía de tantos críos como puedan llegar a verle en algún momento pasar. Ser un fantasma, falsa humildad, vender humo de colores para hacerlo más vistoso y encerrarse en su casa para llorar y esconderse de la realidad. Beber sin conocimiento controlando siempre la última gota, matarse poco a poco y dejar escapar lo que puede hacerte feliz. No asumir las consecuencias de tus actos pero gozar de ellos como si fuese gratis, hundirse más en la mierda que te atrapa y querer algo que es mentira.
Créeme cuando digo que me siento impotente porque veo que me estoy pegando y atando a una maldita pared, a un bloque que jamás va a atreverse a hacer lo que de verdad desea, que vive con miedo a vivir y que su único consuelo será una caja de recuerdos rotos, de pedazos de historias que no quiso llevar al final que merecían y prefirió dejar a medias. Que mi dolor ahora se acabará pasando y que tu corazón seguirá sangrando hasta que deje de latir, y en tu último aliento gritarás que ya es tarde.
Lo siento cariño, pero había que decirlo. No se puede vivir de una mentira y tu vida es la más grande. Que sin embargo te quiero, y quiero que puedas vivir la verdad, que sigo aquí a tu lado cayendo preso de ese mismo engaño, que no quiero tenerte y sin embargo eres lo único con lo que en realidad cuento, y que de momento, no soy capaz de irme y alejarme, que no queda nada claro, no hay nada solucionado. Que me duele tragar tanto barro, pero más me duele ver que no haces lo que realmente deseas por miedo. Te regalo mis lágrimas una vez más. Si llegas a leer este escrito recuerda que el amor es fuerte como la muerte, y engañoso como el diablo. Tú decides si jugar en su bando o en el contrario, pero él siempre va a ganar.
Y en tu día a día te dejas llevar, vives, sufres, inventas, imaginas, sueñas, creas, exageras, lloras, caes y te levantas... Pequeños relatos tan comunes como la vida misma.
lunes, 28 de marzo de 2016
Lo que no llegué a decir
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domingo, 13 de marzo de 2016
Esta locura
Y esta vez, lo que estaba mirando no era el café.
Quiero decir, claro que mis ojos estaban puestos en la taza, que mis pupilas seguían el movimiento circular de la cucharilla, que mis oídos seguían el sonido que casi parecía una melodía, o por lo menos sonaba constante, con un ritmo marcado, o quizá fuese que lo estaba removiendo instintivamente al compás de la canción de fondo, pero no lo miraba, simplemente lo veía, como podía ver todo el salón porque la visión es periférica, lo que estaba mirando en ese café era el cambio, era mi vida. Y mis ojos se fueron a los tuyos, que se perdían tranquilamente en un horizonte no muy lejano que perfectamente podrían ser tus cortinas como el sofá que estaba apenas a tres pasos de nosotros. Y por primera vez me di cuenta de que ya no soñaba como antes.
Estaba viviendo, no era el futuro, era el presente. Y sonaba más apetecible que toda fantasía que mi joven mente pudo llegar a crear en algún momento. Por primera vez, las canciones no me hacían crear historias que deseaba vivir, no me hacían sentir protagonista de una farsa, para nada. No entendía por qué llevaba semanas sin sentir ningún tipo de empatía cuando la música sonaba, por triste o melancólica que sonase, por mucho que intentase sentirme identificado con la letra. Y ahí estaba la respuesta. Era simple, no sentía esas cosas porque no hablaban de mí. Y sonreí, sonreí mirándote y volviste a preguntarme qué me pasaba, y como siempre respondí que no ocurría nada. Sin embargo estaba contento, contento porque parecía que lo estaba superando, que superaba la barrera, las dificultades, el miedo. Estaba viendo al fin que no eras tú, que era mi cabeza la que me había estado engañando y haciendo sentir tantas malas jugadas. Ya no era teoría, estaba pasando a la práctica, lo estaba haciendo, estaba disfrutando, viviendo el presente.
Y quise besarte, y lo hice, no dije nada. No lo vi necesario. Lo que realmente necesitaba era demostrarte todo lo que sentía, todo lo que te quería. Y olvidar el pasado, solamente cumplir, en una sola dirección. Las cosas claras, asumir la dificultad, plantarle cara al miedo. Ser realmente sentimental, porque en los temas del corazón no hay cabida para la razón, ya que ésta sabe que el amor es una locura, pero créeme cuando digo que sí, que adelante, que quiero vivir esta aventura, que a tu lado me siento vivo, que contigo los problemas se olvidan y que gracias a ti, al fin soy yo, que vuelvo a ser el niño que nunca dejé de ser, y que a su vez, me he hecho adulto, me has hecho adulto.
No estaba mirando el café, porque estaba mirando más allá, y gracias a eso estaba viendo que la vida tenía un sentido y un significado, y que al fin lo había encontrado. Era tan simple como vivir, y ahora mismo, contigo es con quien quiero vivir.
Quiero decir, claro que mis ojos estaban puestos en la taza, que mis pupilas seguían el movimiento circular de la cucharilla, que mis oídos seguían el sonido que casi parecía una melodía, o por lo menos sonaba constante, con un ritmo marcado, o quizá fuese que lo estaba removiendo instintivamente al compás de la canción de fondo, pero no lo miraba, simplemente lo veía, como podía ver todo el salón porque la visión es periférica, lo que estaba mirando en ese café era el cambio, era mi vida. Y mis ojos se fueron a los tuyos, que se perdían tranquilamente en un horizonte no muy lejano que perfectamente podrían ser tus cortinas como el sofá que estaba apenas a tres pasos de nosotros. Y por primera vez me di cuenta de que ya no soñaba como antes.
Estaba viviendo, no era el futuro, era el presente. Y sonaba más apetecible que toda fantasía que mi joven mente pudo llegar a crear en algún momento. Por primera vez, las canciones no me hacían crear historias que deseaba vivir, no me hacían sentir protagonista de una farsa, para nada. No entendía por qué llevaba semanas sin sentir ningún tipo de empatía cuando la música sonaba, por triste o melancólica que sonase, por mucho que intentase sentirme identificado con la letra. Y ahí estaba la respuesta. Era simple, no sentía esas cosas porque no hablaban de mí. Y sonreí, sonreí mirándote y volviste a preguntarme qué me pasaba, y como siempre respondí que no ocurría nada. Sin embargo estaba contento, contento porque parecía que lo estaba superando, que superaba la barrera, las dificultades, el miedo. Estaba viendo al fin que no eras tú, que era mi cabeza la que me había estado engañando y haciendo sentir tantas malas jugadas. Ya no era teoría, estaba pasando a la práctica, lo estaba haciendo, estaba disfrutando, viviendo el presente.
Y quise besarte, y lo hice, no dije nada. No lo vi necesario. Lo que realmente necesitaba era demostrarte todo lo que sentía, todo lo que te quería. Y olvidar el pasado, solamente cumplir, en una sola dirección. Las cosas claras, asumir la dificultad, plantarle cara al miedo. Ser realmente sentimental, porque en los temas del corazón no hay cabida para la razón, ya que ésta sabe que el amor es una locura, pero créeme cuando digo que sí, que adelante, que quiero vivir esta aventura, que a tu lado me siento vivo, que contigo los problemas se olvidan y que gracias a ti, al fin soy yo, que vuelvo a ser el niño que nunca dejé de ser, y que a su vez, me he hecho adulto, me has hecho adulto.
No estaba mirando el café, porque estaba mirando más allá, y gracias a eso estaba viendo que la vida tenía un sentido y un significado, y que al fin lo había encontrado. Era tan simple como vivir, y ahora mismo, contigo es con quien quiero vivir.
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