lunes, 6 de abril de 2015

Dime que estoy enfermo

Sigo sin entender lo que realmente ocurre a mi alrededor.
Sigo sin comprender en que momento de mi vida ésta se convirtió en lo único que no sabía controlar.
Sigo pensando cómo he llegado a esta situación, en la que estoy perdido y no sé qué maldito camino tomar.
Pero sobretodo, sigo fascinado porque lo que sí que no sé es lo que estoy viviendo.

Y es que en un momento caí, en un momento descubrí que no era dueño de mí mismo, que mis miedos se desvanecían cuando caricias y golpes se unían y el dolor era más placentero que el mismísimo placer. No podría decirte lo que soy, porque realmente estoy siendo creado por el más maravilloso monstruo de todos, que tan bello como destructor es y sin embargo el daño no es nada más que una extraña locura en la que yo mismo he caído por no querer entender la realidad. Porque no hay más culpa que la que yo quiera darme, porque no es cuestión de ser bueno o malo, de saber o no saber, porque aquí ni tú mismo sabes por qué te preocupas por mí cuando en realidad no soy nada.
Puedes pisotearme cuanto desees, o realmente lo que necesites, puedes hartarte de escupirme e insultarme, de azotarme o asfixiarme hasta llevarme a la muerte, porque no me opondré, porque necesito verte imponente, eres todo cuanto odio porque lo que más me jode es admitir que te amo. Y es que lo amo todo, desde el aliento que eres capaz de desprender en mi nuca hasta tus manos apretando mi cuello. Sin embargo sería capaz de odiarte, odiarte a cada segundo en el que tus ojos desprenden ternura, cariño o preocupación. No soporto que la mirada que me dedicas sea tan jodidamente bella, que no haya ni un ápice de lujuria, lascivia, suciedad o deseo. Amo cuando soy tu juguete, tu objeto, cuando me haces perder la conciencia y tomas el control de mi mente y cuerpo y odio que te preocupes incluso por mi bienestar.
No sé dónde me he metido, no sé lo que he hecho contigo, no comprendo nada de lo que me está pasando y sin embargo sonrío, hay comodidad a tu lado, entre tus brazos y bajo tu cuerpo. Que prefiera escucharte gemir a hablar y que al oírte hablar escalofríos recorran mi espina dorsal y cautiven mis sentidos porque necesito que tus palabras consuelen mi alma que se pudre poco a poco por pecar en tu carne. Jamás podré evadirme, aprendí a olvidar estando en la cama, sudando y gritando, suspirando y deseando que me hagas tuyo. Y es que ya no puedo dormir, no contigo ni sin ti, te utilizo quizás más que tú a mí y en tu ausencia busco tu cuerpo anhelando tus caricias y las marcas que dejas en mi piel.
Es enfermiza esta relación en la que tal vez deba alejarme, pero no quiero. Dime que estoy enfermo, dime que me vaya, porque querré acercarme más. Muerde mi labio, desgárrame el alma en el último beso, átame y utilízame, que el máximo placer lo obtengo cuando siento que te estoy complaciendo. Es perfecto, es bello, sé que igualmente sientes que mi disfrute es el mayor tuyo y así es sublime la unión en la que juntos caemos.
Dime que estoy enfermo.
Dime que te odias, que así te amaré más.
Te diré que eres bello, te diré que te quiero.
No digas nada, hazme callar y solamente desea mi cuerpo.
No lo necesito.
No lo quiero.
Esta historia me está volviendo loco, pero no puedo salir de ella.
Mi locura.
Tu cordura.
El más dulce final.
Pero siempre contigo, mi amo.

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