Pusimos demasiado alto el listón, el muro creció y creció, la barrera inquebrantable se alzaba hasta lo más alto y nos creíamos invencibles. Tan alejados de todos, el muro era tan sólido, tan duro…
Prometiste cuidarme, viste todas mis carencias y las supliste, la vacía mirada de mis ojos solamente se iluminaba cuando con los tuyos se cruzaba. Mantente desnudo ante mí y no te acerques más, solamente necesito deleitarme con tu imagen y silueta, porque si una vez más lo pruebo seré tuyo para siempre y no quiero caer tan pronto. Pero realmente me da igual, mi corazón se romperá y mi alma habrá caído en el abismo, pero mientras tanto fóllame, hazlo y no pares hasta que me partas en mil pedazos. Me ibas a salvar de mí mismo, y no te culpo a pesar de que has sido mi propia perdición. Mas no fuiste tú, sino yo el culpable. Quémame las entrañas con tu último beso y no me sueltes en ningún momento, que tu aliento sea mi aliento, y quiero sentirlo en todo mi cuerpo, eriza el vello de mi piel con tan solo una caricia y que tus besos me vistan de nuevo en una noche más.
Soy adicto a este dolor, adicto a la autodestrucción, no me gusta estar triste, pero en mis noches de insomnio acabas siendo mi salvación. Tu recuerdo me persigue, veo tu rostro en cada persona con la que me cruzo, todo me recuerda a ti y soy incapaz de olvidar tu voz. Te escucho susurrarme y la presión de tu pecho en mi espalda dejándome, de manera agradable, sin respiración. No creo en el drama, lo vivo, lo creo realmente porque masoca sentimental soy y mis rodillas están rotas de tanto caer y esperarte. Orando constantemente por tu regreso, por el nuevo encuentro. Dejamos demasiadas cosas sin hacer a pesar de que sabemos que esto tiene un final. Me consumo en la incertidumbre de saber cómo será, pero mientras tanto, sólo fóllame hasta romperme en mil pedazos.
Eres todo lo que quiero, lo que necesito, nadie sabe lo que siento, y yo ni siquiera soy capaz de conocer tus sentimientos. Dijiste que ibas a ayudarme, que sabías lo que realmente me faltaba, y anhelo tus palabras, tus caricias, anhelo la cercanía de tu alma. Soy la suciedad que te corroe, eres mi enemigo más querido, la contraparte a la pureza que ya no sé si realmente existe. Iniciamos algo con fecha de caducidad y ahora no te quiero dejar marchar.
He llorado sangre, he bebido lágrimas. He visto el cielo en llamas y el infierno inundado. Vi un ángel caer y al demonio saciarse. Las alas se quemaron cuando juntos se fundieron con el primer beso muestra del deseo que se convirtió en tan peligroso y devastador sentimiento. Sácame de mi tormento, dame el amor que me dijiste que a mí me salvaría, pero tiñe de una maldita vez el gris paisaje que ante mis ojos se dibuja.
La muerte me acaricia, tan bella y dulce que no puedo decirle que no. Hay un borrón en mi memoria, no quiero llorar más por lo que no recuerdo, y ese recuerdo eres tú. Sé que puedo salir de todo esto, pero sinceramente, no quiero. No es que no lo sepa, lo afirmo, rotundo, no quiero. Mi masoquismo me pide a gritos quedarme contigo, sufrir en silencio sin tu cuerpo. Se han quedado huellas, y descuida, pues nadie sabrá que las marcas de mi brazo han sido en tu nombre, aunque juro que ni yo mismo pretendía hacerlas, pero es innegable, tengo tu rostro marcado a fuego en mi mente.
Nadie lo comprende. Todos sacan su propia versión. No es un juego de tres, no es una palabrería innecesaria. No soy la parte complementaria ni esto es para mí un entretenimiento. Hay demasiado, y no sé ni explicarlo. No dejo de tragar barro en este sucio lodazal. Por siempre seré tuyo, aunque tú no seas mío, me da igual. Ya he escapado de todo contacto con la realidad. Te buscaré hasta en los espejos si es necesario, mi locura será tuya y beberás de nuevo del néctar que ambos creamos entre alcohol, drogas y sexo.
Y en tu día a día te dejas llevar, vives, sufres, inventas, imaginas, sueñas, creas, exageras, lloras, caes y te levantas... Pequeños relatos tan comunes como la vida misma.
miércoles, 29 de abril de 2015
lunes, 6 de abril de 2015
Dime que estoy enfermo
Sigo sin entender lo que realmente ocurre a mi alrededor.
Sigo sin comprender en que momento de mi vida ésta se convirtió en lo único que no sabía controlar.
Sigo pensando cómo he llegado a esta situación, en la que estoy perdido y no sé qué maldito camino tomar.
Pero sobretodo, sigo fascinado porque lo que sí que no sé es lo que estoy viviendo.
Y es que en un momento caí, en un momento descubrí que no era dueño de mí mismo, que mis miedos se desvanecían cuando caricias y golpes se unían y el dolor era más placentero que el mismísimo placer. No podría decirte lo que soy, porque realmente estoy siendo creado por el más maravilloso monstruo de todos, que tan bello como destructor es y sin embargo el daño no es nada más que una extraña locura en la que yo mismo he caído por no querer entender la realidad. Porque no hay más culpa que la que yo quiera darme, porque no es cuestión de ser bueno o malo, de saber o no saber, porque aquí ni tú mismo sabes por qué te preocupas por mí cuando en realidad no soy nada.
Puedes pisotearme cuanto desees, o realmente lo que necesites, puedes hartarte de escupirme e insultarme, de azotarme o asfixiarme hasta llevarme a la muerte, porque no me opondré, porque necesito verte imponente, eres todo cuanto odio porque lo que más me jode es admitir que te amo. Y es que lo amo todo, desde el aliento que eres capaz de desprender en mi nuca hasta tus manos apretando mi cuello. Sin embargo sería capaz de odiarte, odiarte a cada segundo en el que tus ojos desprenden ternura, cariño o preocupación. No soporto que la mirada que me dedicas sea tan jodidamente bella, que no haya ni un ápice de lujuria, lascivia, suciedad o deseo. Amo cuando soy tu juguete, tu objeto, cuando me haces perder la conciencia y tomas el control de mi mente y cuerpo y odio que te preocupes incluso por mi bienestar.
No sé dónde me he metido, no sé lo que he hecho contigo, no comprendo nada de lo que me está pasando y sin embargo sonrío, hay comodidad a tu lado, entre tus brazos y bajo tu cuerpo. Que prefiera escucharte gemir a hablar y que al oírte hablar escalofríos recorran mi espina dorsal y cautiven mis sentidos porque necesito que tus palabras consuelen mi alma que se pudre poco a poco por pecar en tu carne. Jamás podré evadirme, aprendí a olvidar estando en la cama, sudando y gritando, suspirando y deseando que me hagas tuyo. Y es que ya no puedo dormir, no contigo ni sin ti, te utilizo quizás más que tú a mí y en tu ausencia busco tu cuerpo anhelando tus caricias y las marcas que dejas en mi piel.
Es enfermiza esta relación en la que tal vez deba alejarme, pero no quiero. Dime que estoy enfermo, dime que me vaya, porque querré acercarme más. Muerde mi labio, desgárrame el alma en el último beso, átame y utilízame, que el máximo placer lo obtengo cuando siento que te estoy complaciendo. Es perfecto, es bello, sé que igualmente sientes que mi disfrute es el mayor tuyo y así es sublime la unión en la que juntos caemos.
Dime que estoy enfermo.
Dime que te odias, que así te amaré más.
Te diré que eres bello, te diré que te quiero.
No digas nada, hazme callar y solamente desea mi cuerpo.
No lo necesito.
No lo quiero.
Esta historia me está volviendo loco, pero no puedo salir de ella.
Mi locura.
Tu cordura.
El más dulce final.
Pero siempre contigo, mi amo.
Sigo sin comprender en que momento de mi vida ésta se convirtió en lo único que no sabía controlar.
Sigo pensando cómo he llegado a esta situación, en la que estoy perdido y no sé qué maldito camino tomar.
Pero sobretodo, sigo fascinado porque lo que sí que no sé es lo que estoy viviendo.
Y es que en un momento caí, en un momento descubrí que no era dueño de mí mismo, que mis miedos se desvanecían cuando caricias y golpes se unían y el dolor era más placentero que el mismísimo placer. No podría decirte lo que soy, porque realmente estoy siendo creado por el más maravilloso monstruo de todos, que tan bello como destructor es y sin embargo el daño no es nada más que una extraña locura en la que yo mismo he caído por no querer entender la realidad. Porque no hay más culpa que la que yo quiera darme, porque no es cuestión de ser bueno o malo, de saber o no saber, porque aquí ni tú mismo sabes por qué te preocupas por mí cuando en realidad no soy nada.
Puedes pisotearme cuanto desees, o realmente lo que necesites, puedes hartarte de escupirme e insultarme, de azotarme o asfixiarme hasta llevarme a la muerte, porque no me opondré, porque necesito verte imponente, eres todo cuanto odio porque lo que más me jode es admitir que te amo. Y es que lo amo todo, desde el aliento que eres capaz de desprender en mi nuca hasta tus manos apretando mi cuello. Sin embargo sería capaz de odiarte, odiarte a cada segundo en el que tus ojos desprenden ternura, cariño o preocupación. No soporto que la mirada que me dedicas sea tan jodidamente bella, que no haya ni un ápice de lujuria, lascivia, suciedad o deseo. Amo cuando soy tu juguete, tu objeto, cuando me haces perder la conciencia y tomas el control de mi mente y cuerpo y odio que te preocupes incluso por mi bienestar.
No sé dónde me he metido, no sé lo que he hecho contigo, no comprendo nada de lo que me está pasando y sin embargo sonrío, hay comodidad a tu lado, entre tus brazos y bajo tu cuerpo. Que prefiera escucharte gemir a hablar y que al oírte hablar escalofríos recorran mi espina dorsal y cautiven mis sentidos porque necesito que tus palabras consuelen mi alma que se pudre poco a poco por pecar en tu carne. Jamás podré evadirme, aprendí a olvidar estando en la cama, sudando y gritando, suspirando y deseando que me hagas tuyo. Y es que ya no puedo dormir, no contigo ni sin ti, te utilizo quizás más que tú a mí y en tu ausencia busco tu cuerpo anhelando tus caricias y las marcas que dejas en mi piel.
Es enfermiza esta relación en la que tal vez deba alejarme, pero no quiero. Dime que estoy enfermo, dime que me vaya, porque querré acercarme más. Muerde mi labio, desgárrame el alma en el último beso, átame y utilízame, que el máximo placer lo obtengo cuando siento que te estoy complaciendo. Es perfecto, es bello, sé que igualmente sientes que mi disfrute es el mayor tuyo y así es sublime la unión en la que juntos caemos.
Dime que estoy enfermo.
Dime que te odias, que así te amaré más.
Te diré que eres bello, te diré que te quiero.
No digas nada, hazme callar y solamente desea mi cuerpo.
No lo necesito.
No lo quiero.
Esta historia me está volviendo loco, pero no puedo salir de ella.
Mi locura.
Tu cordura.
El más dulce final.
Pero siempre contigo, mi amo.
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