Hoy no hablaremos de nosotros. Hablaremos de mentiras, una vez más, de esa imagen que nos quiere equivocar, que nos quiere engañar, del falso reflejo que el espejo nos quiere dar.
Si son los labios que al abrirse para susurrar ciertas palabras los que me enloquecen estaría mintiendo. Si es el humo del cigarro el que de esa boca sale, y a cámara lenta me consume, en una imagen generada en blanco y negro y aumentada hasta no poder distinguir el rostro de su portador, te engañaría. Si es la barba tan profunda, cerrada y marcada, de una cara que me enloquece y quiero tener a tan solo milímetros; una vez más, mentiría. Si es ese cuerpo, que me parece perfecto, que tanto me excita y que quiero hacer sudar, que quiero que me haga sudar, que juntos nos podamos fundir una única vez o incluso quizás más, esta vez, sí que sí, esta vez, hasta a mí mismo me engañaría. Si es esa normalidad, ese reflejo que me devuelve una imagen que nunca quedaría mal, una historia que larga podría ser y quedaría digna de poder recordar y contar, sinceramente, dame la muerte, porque no es eso lo que quiero, por mucho que me empeñe en querer convertir tal mentira en la única verdad. Y es que no lo puedo evitar, lo que me costó admitir, es que quería romper la normalidad para enfrentarme a la dificultad de poderte disfrutar, y una vez lo hice, rompí mi realidad, perdiendo el único amor que me debería importar, que es el propio. Y en la recuperación estamos, llorando, otros cuerpos probando, ninguno acariciando, labios desconocidos besando que como si de una piedra se tratase, el sentimiento de indiferencia mantienen mientras busco el escalofrío que los tuyos me hacían sentir. El que no aparece, el que de momento, no volveré a sentir, o mejor dicho, nunca sentiré una vez más. Añoraré el calor de tu cuerpo, el arropo que siempre me diste, el sabor de tus besos, tu aroma, tu voz en mi oído, tu mirada de ternura, la fragilidad en tus ojos, el alma rota que parecía recomponerse cada vez que me veía aparecer por la puerta de su casa. Verte estando encima, cuando tus manos acariciaban todo mi cuerpo y dibujaban las más perfectas formas imaginables en mi piel. Los suspiros que sacaste, los gemidos que con tus labios callaste, el placer que proporcionaste, las lágrimas que derramaste, que provocaste, que caen descontroladas, que deben salir y fluir, el dolor que sin querer causaste, del que yo mismo soy culpable, y que seguramente te esté causando. Lo siento por todo el daño generado, nuestra historia podría haber continuado por la misma senda, pero nos faltó el valor y sobraba el miedo al futuro. Sin embargo, la vida sin ti no tiene sentido, y aunque no será de la misma manera te quiero tener. Ahora me alejo, temporalmente, y en mi viaje, espero echarte de menos, regresar, que tú también te hayas curado, y que de nuevo podamos estar juntos, sin necesidad de besarnos, que hayamos madurado y podamos abrazarnos, que no temamos, que lo que tuvimos se llama amor, y no hace daño a nadie, al contrario: durante un tiempo, nos hizo realmente felices.