jueves, 14 de mayo de 2015

Perdición

No estaba en mis planes aquélla noche perderme de tal manera, pero aún así lo hice.

Hacía una temperatura agradable, lo recuerdo perfectamente. La compañía grata a pesar de que no estabas tú. Sin embargo, pensaba salir sin ti, y solamente me iba a divertir. Bailar hasta desfallecer, pero la bebida comenzó a correr por mi garganta caldeando mi cuerpo. De pronto tu recuerdo se hizo presente y ahí te veía en todas partes, no había palabras que no fueses tú y lo que te necesitaba.
¡Otra copa compañero! Que entre tantos sucesos yo mientras te cuento. La mezcla de la cerveza con el vodka, seguido de más vino y después ron. Dame más de beber, lo necesito para poder irme esta noche a dormir. Tu cuerpo me faltaba, la falta de tu calor me desesperaba. ¿Dónde demonios estabas? Tu nombre firmaba mis labios y juro que los pobres diablos que me acompañaron bien te conocieron sin ni siquiera haberte visto. Te había acariciado tanto que me sabía tu cuerpo entero y seguramente no habría tenido problemas para dibujarlo. Muerto y consumido por dentro, mis entrañas escupían fuego.
La cabeza ya daba vueltas y gritaba en silencio lo que le guardaba a los cuatro vientos. Se acercaba el final, quizá por eso me dedicaba a tragar y tragar. La lluvia mojando mi cara y aún así es un sentimiento que soy incapaz de recordar. Querido, si lees esto algún día recuerda que contigo me bebí hasta los charcos y sin ti no fue menos.
Me faltaba tu cama, tus sábanas y tu perfume. Me faltaba tu cuerpo siendo el que realmente me arropaba, tus besos, los mordiscos en el labio, tu aliento, la compañía y el respeto. Pero seguía bebiendo, necesitaba un trago más. Y cayó. Trago tras trago, copa tras copa, botellas se vaciaban en la calle y perdí la noción del tiempo. Y aún así, solamente te buscaba a ti. Pero no te veía en ningún lado y a su vez estabas en todos los rostros, tan perfecto, riéndote y humillándome.
Cómo sería que de rodillas ya estaba, tirado como un perro viejo, sucio y mojado, más que borracho, vomitando más que tragando y sintiendo más cerca la muerte que nunca. Y es que allí seguías, de pie ante mí, siendo solamente un maldito espejismo que me odiaba, que se burlaba y me escupía, me pateaba y después me daba la mano para volverme a dejar tirado. Las promesas se veían rotas, sólo eras un demonio más jugando conmigo, y yo me dejaba, aunque ni siquiera era consciente de lo que estaba ocurriendo. Mi visión se volvía borrosa por momentos y la cabeza me daba vueltas. No sabía dónde estaba, quién me acompañaba y si los gritos en mi cabeza diciendo mi nombre eran reales o no.
Necesitaba que se detuviese el tiempo, quizá porque yo ya había perdido todo contacto con la realidad y temía no volver a encontrarlo. Aún así, dame otra copa más, que aún estoy diciendo tu nombre y lo único que quiero es olvidar.

Y ahora es cuando despierto habiendo olvidado todo. Pero acude tu nombre, tu rostro y tus manos. Sin embargo, no me acaricias, no me acompañas, no es tu perfume y tu voz no me habla. Siento veneno en mi corazón, se expande por todo mi cuerpo, y la luz me ciega. ¿Dónde estoy? ¿Quién está a mi lado? Nadie. El frío recorre mi cuerpo semidesnudo en esta camilla en la que no recuerdo haber dormido. ¿Y por qué no estás aquí? La ansiedad se apodera de mi cuerpo. El nudo en mi garganta me impide articular palabra y el sudor me empapa de nuevo. Mis venas se hinchan debido a la tensión y mis pupilas se dilatan si pueden hacerlo más, porque tampoco recuerdo todas las sustancias que invadieron mi organismo. Se han ido los actos, pero lo primero que acude a mi mente eres tú. Ni intento levantarme. Me estás matando y no lo sabes. Me estoy quitando la vida por esta locura. Dime de una maldita vez cómo y cuándo será el final. Y si no eres capaz, simplemente fóllame hasta hacerme desvanecer.
Pero ya no.
Ya está acabado.
Cierro los ojos de nuevo, soy consciente de que además, has sido tú. Caigo en mi abismo, me consumo entre las llamas y me convierto en cenizas. Las promesas se prenden, no aprenderé jamás a amar. Se quedaron cosas sin hacer, y tú las ibas a cumplir. Pero al fin y al cabo eran palabras, que tomaron demasiada validez dichas en aquélla cama, cruzándose nuestras miradas, entre suspiros y besos, y testigo fueron las sábanas.
Pero no pasa nada.
La sangre seguirá siendo derramada en forma de lágrimas y mis confesiones se quemarán en el infierno conmigo. Allí volveré a tener tu cuerpo, este demonio al que has convertido aún te debe mucho, querido amigo…