Perdóneme
padre, he vuelto a pecar.
La lujuria se apoderó de mi cuerpo. Vino a
visitarme disfrazada de oscura y sucia tentación. Yo estaba solo e indefenso.
Me engañó con sus palabras. Susurraba cosas que me hacían perder la cabeza.
Todos mis oscuros y profundos deseos ocultos los podía hacer realidad. Me tenía
fascinado. Olvidé todo lo que poseía. Olvidé aquello a lo que de verdad amaba.
Olvidé a mi esposa, mi familia, el amor. Solo había deseo, lujuria, pasión.
Hipnótica voz
susurraba insultos hacia mi persona. Su bello cuerpo irradiaba perfección. Yo
estaba débil y ella sabía como hechizarme. Su rechazo no era más que una
tapadera para atraerme hacia sus redes. Una vez más supo atraparme. Me sentí
preso de mis impulsos. El cerebro hablaba y el cuerpo actuaba sin obedecerle.
Ella me provocaba, me decía cosas horribles, me incitaba y sus ojos mostraban
que me deseaba. El diablo en persona había venido a visitarme. No pude hacer
más que caer preso de sus encantos. Comencé a susurrarle cosas en las que no
creía. Comencé a besar su cuello sin su permiso, pero ella se dejaba. De sus
labios salían palabras de rechazo y excusas, pero cada vez que la miraba podía
sentir como se moría por tenerme dentro suya. Acaricié su pelo, sus caderas, su
espalda... La besé. Ella no se atrevía a continuar pero poco tardó en seguirme
el juego. Desaté su corsé, la desnudé y la tumbé en la mesa. Besé sus pechos,
besé su vientre. Acaricié cada milímetro de su piel. Susurraba cosas con su
lengua de serpiente. En mis oídos se repetían palabras que me engatusaban y me
viciaban. "Yo te amaré, te adoraré, verás saciados todos tus deseos y
cubiertas tus carencias. Te daré todo lo que necesitas a cambio de tu
sufrimiento".
Toda palabra, todo gesto en aquel momento
era lujuria y pasión. La hice mía una vez más. El contacto con su piel me
producía un placer inmenso. Sus labios acariciando mi pecho y sus uñas arañando
mi espalda me volvían loco. Sus gemidos, sus jadeos, su voz, sus ojos... Todo
en ella me excitaba aún más. Ambos, sudorosos nos fundimos juntos aquella
noche.
Caricias, besos,
gemidos, sudor y jadeos. Pasión sin control y respeto nulo. Solo había
sexo.
Mis más oscuros
deseos se habían hecho realidad. Ella se fue sin decir nada y yo quedé rendido.
Pronto comprendí que aquello no había sido más que el dulce aviso de una
horrible condena.
Recordé el amor. Recordé a mi familia.
Recordé a mi esposa. La culpa comenzó a invadirme. No comprendía lo que había
hecho. No encontraba un por qué. Dolor sentía en aquellos momentos y entendía
entonces aquellas palabras en mi oído. "Te daré todo lo que necesitas a
cambio de tu sufrimiento".
Estoy abatido. Me arrepiento de todo el
mal que he cometido. El sucio deseo me ha hecho perder aquello que más amo. Sin
ella muero y aún así por mi estupidez ya lo estoy haciendo. Pecar es humano y
pequé de ingenuo al creer que encontraría la felicidad de aquella forma.
Todos tenemos dentro deseos ocultos y
fantasías por cumplir. Muchos no desearían verlas cumplidas. Muchos no querrían
saber las consecuencias de sus impulsos. Hay cosas que, por muy tentado que te
sientas, es mejor no conocer.
Dave Gles